Navegar el Canal Beagle: mi viaje íntimo al Fin del Mundo
- Rodolfo Barrio
- 1 sept
- 2 Min. de lectura

Hay lugares que no solo se recorren, se sienten. Navegar el Canal Beagle fue para mí uno de esos momentos. La aventura empezó en el puerto de Ushuaia, en pleno centro, cuando la embarcación dejó atrás la bahía y la ciudad quedó reducida a una postal: casitas de colores al pie de montañas que se precipitan al mar.

En pocos minutos estábamos en aguas históricas. El Canal Beagle debe su nombre al HMS Beagle, el barco británico que lo exploró en el siglo XIX y en el que viajaba un joven naturalista: Charles Darwin. Saber que esas mismas aguas fueron observadas por él, mientras construía parte de su teoría sobre la evolución, le dio al paisaje un peso distinto, como si el viento helado cargara memorias de ciencia y descubrimiento.
Nuestro rumbo fue hacia las islas Bridges, donde el espectáculo natural es inmediato: cormoranes imperiales cubriendo las rocas como pinceladas vivas y lobos marinos descansando indiferentes al paso de nuestra embarcación. El capitán anunció que el clima estaba de nuestro lado y descendimos en una de las islas. Caminamos entre plantas bajas, líquenes y arbustos resistentes, hasta un punto panorámico desde donde Ushuaia y la cordillera se desplegaban como un mural inmenso.

La navegación siguió hacia el archipiélago Les Éclaireurs. Allí, en medio de las aguas, se levanta el faro homónimo, rojo y blanco, convertido en emblema del Fin del Mundo. Lo había visto en fotos, pero contemplarlo en persona, con el viento austral golpeando el casco del barco, fue otra cosa. En sus alrededores revoloteaban aves marinas, y bajo las aguas descansaban los restos del Monte Cervantes, un crucero que naufragó en 1930 y que aún guarda sus secretos en silencio.
De regreso, la costa norte del canal ofreció otra mirada: la antigua Estancia Túnel, la Reserva Playa Larga y, más adelante, el sector industrial que marca la expansión de la ciudad. Era el contraste perfecto entrenavegacion-canal-beagle-navegar-el-canal-beagle-mi-viaje-íntimo-al-fin-del-mundo la naturaleza indómita y la presencia humana que intenta convivir con ella.
Volvimos al puerto después de unas horas que parecieron mucho más. Había visto fauna, historia y paisajes únicos, pero lo más poderoso fue la sensación de haber navegado por el mismo escenario que inspiró a Darwin, un canal que conecta océanos y tiempos, donde la ciencia, la aventura y la belleza se entrelazan en el extremo sur del planeta.






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