Glaciar Vinciguerra: Ushuaia entre el barro, el hielo y el cielo fueguino
- Rodolfo Barrio
- 7 oct
- 2 Min. de lectura

En el corazón del valle de Andorra, a solo unos kilómetros de Ushuaia, se esconde uno de los tesoros menos transitados de la isla: el Glaciar Vinciguerra. Llegar hasta él no es fácil, pero es justamente esa dificultad la que le da su encanto. Este trekking de día completo combina turberas, bosques subantárticos, ríos de deshielo y un imponente glaciar azul que parece flotar suspendido sobre la montaña.
La jornada comienza temprano, cuando nos pasaron a buscar para llevarnos al inicio de la caminata. Desde allí, el paisaje se transforma a cada paso. Primero, las turberas—esos humedales esponjosos que caracterizan al ecosistema fueguino—anuncian que el terreno no será sencillo: el suelo es húmedo, a veces fangoso, y cada paso requiere equilibrio. Luego, el bosque patagónico se abre camino con sus lengas y coihues, donde el aroma a tierra mojada y el crujido de las ramas acompañan el ascenso.

A medida que se gana altura —unos 545 metros de desnivel positivo— el bosque comienza a aclararse y el horizonte se llena de montañas. Los ríos de deshielo dibujan serpientes plateadas entre las rocas, y el aire se vuelve más frío y puro. Finalmente, tras unas tres horas de caminata, aparece la Laguna de los Témpanos, un espejo glaciar donde flotan bloques de hielo que se desprenden lentamente del Vinciguerra. Es un espectáculo silencioso, hipnótico, donde el azul profundo del hielo contrasta con el gris de las piedras y el blanco de las cumbres.
Después de un breve descanso y un almuerzo frente a la laguna, llega el momento más esperado: el Ice Trek. El guía nos equipó con crampones y casco, los aventureros pisamos el glaciar, sintiendo el crujido del hielo bajo los pies. Las grietas y formaciones naturales del Vinciguerra parecen esculpidas por el tiempo: cuevas de un azul translúcido, pequeñas cascadas internas, y túneles que reflejan la luz como si fuera cristal. Es un instante de conexión pura con la naturaleza salvaje del Fin del Mundo.

El descenso, aunque más rápido, exige la misma atención que la subida. Las pendientes del bosque pueden ser resbaladizas, y el barro —siempre presente— recuerda que aquí la aventura no se disfraza: es real, tangible, y exige respeto. La jornada termina cerca de las 17 horas, con la satisfacción en el cuerpo y el alma de haber llegado a uno de los lugares más espectaculares de Ushuaia.

La actividad hay que hacerla con un guía de montaña especializado y habilitado, bastones de trekking, casco, crampones, y ropa adecuada. Es una experiencia ideal para quienes practican actividad física regularmente y buscan un desafío auténtico, lejos de los circuitos más turísticos.
En un territorio donde el viento y el hielo son los verdaderos escultores del paisaje, el Glaciar Vinciguerra, en Ushuaia, invita a descubrir una de las caras más puras y salvajes de Tierra del Fuego: un rincón donde el silencio del hielo tiene su propio lenguaje.






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