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Entre trenes y bosques: el Parque Nacional Tierra del Fuego a tu ritmo

Actualizado: 26 ago


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El día comienza con el silbato del Tren del Fin del Mundo, cuyas locomotoras a vapor avanzan lentamente sobre rieles que alguna vez transportaron a los presos del penal de Ushuaia. Hoy ya no hay cadenas ni guardianes, solo viajeros que miran a través de la ventanilla un paisaje que parece salido de otro tiempo: ríos cristalinos, bosques de lengas y montañas que custodian silenciosas la entrada al parque.


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Al culminar el recorrdio en el tren, de aproximadamente 1 hora, nuestro chofer nos espera y nos lleva hasta la Ensenada Zaratiegui, donde se levanta el pequeño Correo del Fin del Mundo. En sus paredes de madera se guardan historias de viajeros de todo el planeta, que dejaron su huella en cartas y postales con sellos únicos. Afuera, el viento huele a mar y a bosque, y tuvimos la buena ventura de poder ver en el cielo los cóndores sesobrevolando en círculos majestuosos, como guardianes de este rincón austral.


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El camino continúa y pronto nos espera la aventura del canotaje en el Río Lapataia. Remar en estas aguas serenas es entrar en un mundo distinto: el silencio domina, roto apenas por el roce del remo y el canto de las aves. El río nos conduce lentamente hasta Bahía Lapataia, donde la tierra se encuentra con el mar en un escenario que emociona por su simpleza. Allí, sobre la ruta, un cartel recuerda que estamos en el fin de la Ruta Nacional 3, último punto de la legendaria Ruta Panamericana que conecta Alaska con Tierra del Fuego. Llegar a este lugar es más que un destino: es una metáfora del viaje mismo.

Con el apetito abierto por la aventura, el refugio del Centro de Visitantes Alakush nos recibe con aromas de leña y tradición. Las brasas trabajan lentamente el cordero fueguino, que pronto se sirve acompañado de ensaladas frescas y postres simples, en un almuerzo que combina gastronomía y paisaje. Desde las ventanas, el valle y el río se extienden como un lienzo natural.



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La jornada culmina junto al Lago Roca -también conocido como Acigami-, luego de una corta caminata desde Alakush, donde las aguas quietas reflejan montañas nevadas y el cielo austral. Es un lugar para detenerse, contemplar y sentir la magnitud de la naturaleza en estado puro. El Parque Nacional Tierra del Fuego se despide así, como un escenario donde cada rincón es una postal y cada momento, un recuerdo imborrable.



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